Dejarse llevar suena demasiado bien.

Contén la respiración. Cuenta hasta el número que quieras. No importa cuál.
Luego, suspira en mi cuello. Hazme olvidar mi nombre, quién soy y de dónde vengo.
Cómo he llegado hasta ti.

Perdamos el norte, bebámonos hasta el agua de los floreros. Sube el volumen de la música, que me exploten los tímpanos. Coge la guitarra y toca otra vez aquél solo, aquél que hace que lapide mi propio control.
Tómame, hazme y deshazme. Arráncame, dóblame, retuérceme, fragméntame.
Que al fin tengan razones para llamarme loca.
Grítame al oído. Párteme las cuerdas vocales. Ahógame en suspiros, de falta de oxígeno.
Mátame a temblores. Suéltame y haz que me rinda. Que suplique más. Muérdeme, congélame. Derríteme. Déjame memorizar cada centímetro de ti.
Sonríeme. Miénteme. Permíteme creer que esto no acabará nunca.

Escapa de la realidad. No pienses en nada. Abrázame. y crea una cárcel de músculo, piel y hueso.
De la que jamás querré escapar. Que las lágrimas se me escapen al notarte tan cerca. Desordéname. Róbame la mente. No la necesito.

Sabes que no me hace falta decir nada. Un istante. Una pausa. Ahora, aproxímate. Más aún.

Quiero comprobar si eres corpóreo. Si de verdad existes. Y no me importa lo que pase fuera. 

Todo lo demás puede esperarnos.